Creo
que la mayoría de los colombianos saludamos con enorme esperanza los
acercamientos para la paz entre el gobierno y el considerado grupo terrorista FARC,
lleguen a buen puerto y haya por el bien de la patria un cese definitivo de hostilidades
y terror. Esperamos que esta vez sea la vencida por el bien del futuro de las
nuevas generaciones de colombianos y colombianas, porque su calidad de vida se
verá incrementada porque de no existir guerra se liberarían una enorme cantidad
de recursos que deben destinarse a inversión social en educación, salud,
bienestar y desarrollo tecnológico.
Debemos
tener un optimismo moderado en que las partes y sobre todo la insurgencia están
interesadas en llevar a buen puerto el proceso y no se queden en solo buenas
intenciones. Existen referentes históricos muy lamentables porque no se ha
concretado paz alguna en esta más de media centuria de violencia irracional que
a nombre de la revolución no ha hecho cosa diferente sino incrementar los
problemas que dicen defender. Dolor, masacres, desplazamientos forzados,
pobreza creciente donde está su presencia, secuestrados políticos y económicos,
víctimas por doquier.
Puede
ser preocupante y criticable que los diálogos se den en medio de la
continuación y posible incremento de las hostilidades militares, pero es
fundamental para el país que se den las negociaciones a pesar de ese
lastre. Hoy la situación es diferente la
guerrilla ya no es tan fuerte como hace 10 años. Esperamos hechos concretos por
parte de las FARC como el cese al fuego definitivo, liberación de todos los secuestrados
o “rehenes”, desmovilización, abandono del lucrativo negocio del narcotráfico y
reparación y verdad a todas las víctimas de sus acciones. Que no se repitan los
errores del gobierno del “Nefasto” con su supuesta paz con los paramilitares
que no arrojó finalmente ninguna de estas necesidades al seguir las ahora
denominadas BACRIM cometiendo sus desmanes con igual sevicia y las víctimas
esperando la verdad y la reparación.
Si
bien es cierto que se le deben reconocer al Estado logros sociales en este
gobierno como la Ley de víctimas, la recuperación del empleo, control a la
repartija de las regalías, disminución impacto secuelas invernales y otros. También
es cierto, que para terminar de diluir el escaso ideal político que pueda
acompañar a las FARC, el establecimiento tiene que “hacer concesiones” que no
lo son tanto como disminuir la injusticia social, hacer una reforma agraria
seria e incluyente, garantizar la participación social con incidencia y
reglamentar las posibilidades de participación políticas de algunos de los que
se desmovilicen.
Como
siempre hemos sostenido en la patria no habrá paz en definitivo mientras
permanezcan las grandes inequidades e injusticia social, y que la ilicitud
narcotráfico siga siendo un atractivo negocio. Como hemos visto en la historia
reciente con los cárteles del narcotráfico y con los paramilitares a pesar del
riesgo pesan más sus desmedidas utilidades. Y en eso es definitivo que el
presidente siga liderando que el tema se siga discutiendo en los diferentes
escenarios y que el narcotráfico deje de ser la gran fuente de nuestros males.
@jairoamezquita