(Noviembre 20 de 2012)
Por : Horacio Serpa
En
este momento solo cabe decirnos la verdad. Me refiero al fallo de la Corte de
La Haya, sobre el diferendo limítrofe con Nicaragua. Nos fue mal. Para qué adornar la sentencia si sabemos que perdimos
inmensas zonas de mar territorial, con todas las malas consecuencias que ello
entraña en recursos naturales, en posibilidades de navegación, en materia de
seguridad, en posibilidades de pesca para nuestros compatriotas del
archipiélago. Incluso perdimos en materia de credibilidad internacional y hasta
de honor propio, porque el fallo significa que hemos estado diciendo mentiras y
que injustamente nos aprovechamos de una interpretación unilateral del Tratado
Esguerra-Bárcenas para desconocer los derechos de nuestros vecinos.
No
fue poca cosa. La zona de mar territorial que debe pasar a manos de Nicaragua
es inmensa. No se sabe a ciencia cierta la extensión, pero se ha dicho que
puede ir desde 30.000 kilómetros cuadrados, hasta 150.000 kilómetros cuadrados.
Zona de abundante pesca y de posibilidades en materia de riqueza petrolera.
Dicen que el 75% de los derechos que teníamos en esta área sensible e
importante del Mar Caribe, sobre la cual siempre ejercimos presencia, posesión
y soberanía.
No
vale la pena hablar de los reconocimientos que obtuvimos en el fallo. Siendo
sinceros, ninguno. Todo lo teníamos, todo lo utilizábamos, todo ello nos
pertenecía. El archipiélago, las islas e islotes que lo componen, los cayos y
toda la zona marítima de cuya propiedad nos sentíamos seguros y orgullosos. Muy
buena parte se perdió. Y el resto quedó sometido a condiciones precarias de
uso, como el mar cercano a los cayos que el fallo convirtió en enclave. ¿Cómo
van a llegar allí nuestros pescadores, si hoy tienen que pasar por aguas
nicaragüenses, que ayer eran nuestras?
¿Por
qué insisto en que nos digamos la verdad? Porque el fallo es inapelable y solo
sabiendo la verdad de lo que determinó la Corte, podremos saber hasta que punto
se equivocó o que malas e injustas interpretaciones hizo de la realidad territorial, de manera que nos sea
posible reclamar, exigir aclaraciones y conseguir enmiendas, que parece ser lo que se propone el
Presidente Santos.
Todos
los colombianos debemos apoyar al gobierno en este difícil trance, para ver si
es posible lograr que los derechos vulnerados nos sean reconocidos. No es
fácil. Ya Nicaragua celebró el triunfo de muchas de sus tesis y está
preparándose para asumir la posesión de sus nuevas pertenencias. Pero, “tocar
no es entrar”, y menos si tenemos la razón. Mantengámonos a las órdenes del Presidente
Santos.
Colombia
no ha sido muy afortunada cuando de defender nuestros derechos territoriales se
ha tratado. En el propio Tratado Esguerra-Bárcenas de 1928, entregamos la costa
de Mosquitos a Nicaragua y perdimos las Islas Mangle. No nos fue bien en las
delimitaciones del Trapecio Amazónico. En 1952 entregamos Los Monjes por medio
de una nota diplomática. Para que recordar a Panamá.
Firmes,
con Colombia y por los intereses de Colombia. ¡Pero diciéndonos la verdad!
Twitter: @HoracioSerpa