Publicado en el N.S.
(Agosto 30 de 2012)
Por : Horacio Serpa
La agenda política del país
ha dado un giro de 180 grados. De la obsesión por mantener a Colombia sumida en
la esquizofrenia de la guerra, hemos pasado, en los dos últimos años, a la
agenda de la solución negociada que promueve el presidente Santos.
Un cambio de prioridades
que se ha expresado en la construcción de un marco jurídico para la paz, la ley
de víctimas y restitución de tierras, una nueva visión de los derechos humanos,
el respeto de la oposición y los líderes sociales, la solución pacífica de los
conflictos, como ocurrió en el reciente incidente con los pueblos indígenas del
Cauca, y la apertura de espacios para el afianzamiento de la Constitución.
En su discurso de posesión,
el presidente Santos dijo que la puerta de la paz estaba abierta, y luego, en
consecuencia, se propuso legislar para la paz, sin ablandar su convicción de
mantener firme, sin fanatismos, el pulso de la seguridad. Santos cambió la
doctrina negacionista del conflicto armado interno y determinó incluir a las
víctimas en la lista de prioridades humanitarias del Estado.
El mandatario ha sido
reiterativo en señalar que usaría la llave de la paz cuando se dieran las
condiciones. Por fortuna, ese momento llegó. Es hora de usar esa herramienta
constitucional, sin importar los trinos y truenos de los enemigos jurados de la
reconciliación.
El anuncio de la firma, en
La Habana, de un acuerdo para iniciar conversaciones con las Farc, al que
seguramente se sumarán los elenos, es una gran noticia para Colombia y el
mundo.
Pero el Presidente no puede
hacer la paz solo. Necesita que las Farc y el Eln hagan demostraciones
contundentes de la seriedad de voluntad de paz. Porque lo primero que se debe
hacer es reconstruir la confianza colectiva en la salida negociada, luego del
fracaso del Caguán. Se necesita, igualmente, que el Estado sea uno solo en este
proceso, y que los medios de comunicación acojan la iniciativa y le den una
presentación adecuada.
Se requiere mucha
responsabilidad colectiva para permitir que el huevo de la paz madure. La
Fuerza Pública, respetuosa como es de la Constitución y de su comandante en
jefe, acompañará con lealtad este proceso. Los uniformados conocen los horrores
de la guerra y la importancia de detenerla en una mesa de negociaciones. Igual
actitud de apoyo deberán tener los partidos políticos, tanto de la Mesa de
Unidad Nacional como de la Oposición; así como las iglesias, los gremios y el
conjunto de la sociedad. Quienes se atrevan a torpedear la paz le harán enorme
daño a la democracia.
Diez años de rompimiento de
las negociaciones han significado miles y miles de muertos, millones de
desplazados y cientos de desaparecidos. Las Farc han perdido a sus comandantes
en golpes legítimos del Estado y saben que este es el momento histórico de dar
el paso decisivo hacia la reconciliación, precisamente ahora cuando a la paz se
le aparecieron los santos.
Twitter: @HoracioSerpa