Soberanía Alimentaria y Economía Popular
Efraín Villamil Gil.
Gestor Mercados Campesinos y Comunales
La
llamada crisis mundial es un conjunto de hechos que se han venido presentando
en muchos países, relacionados con transformaciones de los ciclos alimentarios
creadas por tendencias y cambios económicos, sociales y territoriales; acciones
especulativas del mercado mundial de alimentos; políticas dominantes; promoción
mediática de percepciones y argumentos justificadores de los anteriores. Al
interior de estas tendencias y cambios económicos sociales y territoriales, se
encuentran la súbita alza de los precios de los alimentos básicos, y la
alteración en la composición de los mercados, en los usos del suelo y en la
organización de los territorios donde aquellos se producen, en todo el mundo. Las políticas públicas se destinan al favorecimiento estatal,
a la especulación financiera y a la concentración de capital, las políticas de
libre comercio, y los subsidios a la producción agroindustrial necesaria a los
modelos de desarrollo y de consumo dominantes. Los argumentos mediáticos que
favorecen esta situación, se refieren a encubrir realidades o decir verdades a
medias, que como se sabe son mentiras completas, sobre el hambre en el mundo,
la crisis climática, la supuesta escases de comida y de no competitividad de la
producción campesina del tercer mundo, o la imposible sostenibilidad del modelo
de desarrollo dominante.
En su
conjunto, la crisis favorece la intención de obligar a los campesinos y países
del sur a producir para exportar, y abrir mercados nacionales y regionales a
las transnacionales; y recrea violentas alzas de precios de alimentos e
incrementa el hambre en el mundo: el arroz subió un 90% en 45 días, el trigo en
un 130% en el último año, la soya el 87% y el maíz 53%. Como efecto de toda la
crisis, 1.200 millones de personas no tienen acceso a los alimentos, según el
Programa Mundial de Alimentos, PMA.
El panorama
obliga a que se desarrollen modelos alternativas para buscar un desarrollo
social y económico más justo, partiendo de la misma base poblacional generando
procesos de culturización y concientización sobre la calidad de la
alimentación. Debemos seguir trabajando en la construcción de políticas y
estrategias de resistencia popular y soberanía alimentaria que permitan que las
mayorías de la población necesitada de nuestras sociedades accedan al agua
potable y a la cantidad proteica alimentaria mínima que no solamente garantice
su subsistencia sino su crecimiento personal y familia en términos de calidad
de vida con dignidad.
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