12 de diciembre de 2013

Reflexión de mano de la naturaleza: No todos somos hijos de la Tierra

ESQUINA AMBIENTAL  
A su consideración un magnífico artículo escrito y publicado en su portal web por el español Albert Bosch, un gran aventurero amante de la naturaleza, autor de una serie de publicaciones y gestor de las aventuras mas osadas de nuestros tiempos. Te invito a leer, comentar y difundir el trabajo de Albert y a visitar su sitio en la internet para estar al tanto de sus actividades. 
¿Lo eres tú?

Que todos hemos nacido en el planeta tierra es evidente, pero que todos nos merezcamos ser considerados como “Hijos de la Tierra” ya no lo es tanto.

De Albert Bosch/Valle del Khumbu (Himalaya - Nepal), durante el Trekking hasta el Campo Base del Everest.-

Para poder sentirnos hijos de la madre Tierra, deberíamos sentirlo así; deberíamos amarla; deberíamos respetarla; deberíamos defenderla; deberíamos estar comprometidos con su salud y su bienestar.

¿Creéis que es pueden considerar hijos de la tierra los que arrasan selvas (y culturas) para poder exprimir sus recursos hasta la extenuación? ¿Y los que contribuyen y celebran el calentamiento de los mares porqué así podrán acceder a rutas de navegación más fáciles, y a nuevas explotaciones de hidrocarburos? ¿Y los que contaminan ríos, mares y lagos para poder producir más barato? ¿Y los que no se inmutan al aniquilar cualquier especie animal para su particular provecho (Elefantes, rinocerontes, ballenas, tiburones, etc, etc, etc…)? ¿Y los que persiguen a toda costa el beneficio económico sin el más mínimo escrúpulo hacia el medio ambiente? ¿Y los que sólo ven la naturaleza como una cosa a disfrutar y a consumir, sin estar dispuesto a hacer por ella el más mínimo esfuerzo o sacrificio?... (Desgraciadamente, aquí esta lista de preguntas podría ser interminable)

Y… ¿Creéis que son merecedores de ser tratados como hijos de la tierra todos los líderes políticos, empresariales o sociales que, perfectamente conocedores de la situación crítica de muchísimos entornos o especies naturales, no toman ninguna medida verdaderamente valiosa y valiente, centrándose sólo en el cortísimo plazo y el rédito electoral, económico o personal egoísta e inmediato?

Y… ¿Creéis que pueden clasificarse como hijos de la tierra los millones de ciudadanos que, teniendo toda la información y educación posible sobre esta cuestión, no toman ningún tipo de compromiso personal, por mínimo que sea; consumen con una actitud totalmente inconsciente; y tratan el tema como si sólo fuese una cosa de los líderes, olvidando que estos, al fin, actuarán en función de lo que la ciudadanía les requiera?

Cada uno de nosotros, en un claro y sincero dialogo con nosotros mismos, deberíamos reflexionar esta cuestión, y hacernos algunas preguntas sencillas pero profundas como estas:

1) ¿Quiero considerarme hijo de la tierra?

2) ¿Qué puedo hacer yo para merecerlo?

3) ¿Estoy dispuesto a hacerlo?

Con las repuestas adecuadas a preguntas de este tipo, cada uno debería llevar a cabo las pequeñas o grandes acciones que haya decidido, hacia su camino para poder ser realmente un hijo de la madre naturaleza.

Es sencillo: Sólo depende de ti ser o no ser un buen hijo, si realmente lo quieres ser…

No hay excusas, pero… ¿Quieres?


ARBOLES BOGOTANOS (II)

DE PROVINCIA 


Por: 
Carlos José Bolaños

Hay muchos más árboles de los mencionados  sobre los cuales se han escrito muchos libros pero la deficiente formación lectora, comprobada en  las pruebas PISA de 2013, por causa de quien diseña el sistema educativo y forma los maestros,   hace que los libros vayan a los anaqueles, muchas veces sin abrirlos. Nuestros árboles han sufrido  talas indiscriminadas, que en su momento las calificaron como arboricidio y fueron reemplazados por especies extranjeras poco consumidoras  de  CO2, como el eucalipto y otras que producen frutos pero no son consumidos por las aves como el jazmín australiano y otro de fruto rojo que apareció después del llamado arboricida.

En lo tocante a nuestra  localidad, Fontibón cuenta con espacios extraordinarios, en especial uno convertido en  alameda, con árboles de utilidad múltiple, en un jardín que orne, embellezca, llene de aromas y perfumes y colores el  ambiente, ennoblezcan el paisaje  y a la vez produzca alimentos y albergue a las pocas especies de animales silvestres que aún quedan en libertad, circundan el espacio y alegran con sus cantos y sus trinos estos fríos amaneceres bogotanos.

Los colombianos perdimos la buena costumbre de reproducir las semillas de los mejores frutos que comemos o que  embellecen el paisaje, máxime ahora que hay que  pensarlo ante la existencia de la llamada Ley Semillas y a lo mejor la especie de la Palma de Cera tengamos que comprársela a Monsanto, la policía tenga que destruir viveros y mandar al cultivador a la cárcel, como le sucede a los arroceros. En nuestra ignorancia ante las leyes que aprueban casi en secreto, sin debate, hay que pensarlo dos veces si queremos sembrar chachafruto, chime, cachipay, nacumas, no vaya a ser que estén incluidas en la letra menuda de dicha ley.

Para que en Colombia no desparezcan las especies que tan orgullosamente mostrarnos en fotos, afiches, almanaques. Es indispensable que las entidades ambientales coordinen acciones y recursos y dediquen su personal a propagar las especies en vez de  tenerlos encerrados elaborando informes detrás de los escritorios.

Nota. Mientras los expresidentes continúan con  la tradición de insultarse en épocas electorales, Ortega va por el departamento de San Andrés. 


E-mail: carlosjosebol@hotmail.com