ALARMA JUSTIFICADA

DE PROVINCIA 

Por: 

Carlos José Bolaños

 

 

Las alarmas que volvieron a estallar en los pasados días por el último lugar en las pruebas PISA, no deben dejarse en el olvido y esperar hasta el próximo “rajada”.

Inicialmente solo existió la educación privada, exclusiva para los criollos y se limitaba a enseñar teología, literatura y filosofía. Los españoles consideraban degradante los oficios y manualidades. Seguramente de ahí nació nuestro atraso y negación por la tecnología, la ciencia y la innovación, en la que nos cogieron años luz los norteamericanos y, en 60 años japoneses y surcoreanos, a quienes les ayudamos a ganar la guerra. Ellos se reinventaron totalmente y descubrieron que solo a través de la educación se logra el desarrollo y la prosperidad; nosotros continuamos la obstinada cultura guerrera que va desde lo verbal, especialmente en las pintorescas campañas electorales, como la actual, hasta el uso de las armas para matar, masacrar sin piedad.

  

Mestizos, zambos, negros, indígenas, etc., tenían la prohibición  de aprender a  leer y quien osara hacerlo era fuertemente castigado.  Temían que   leyeran las leyes de indias que favorecían a los aborígenes, pero que la ambición despiadada de los  europeos y sus herederos, convertida en clase dirigente no aplicaban.  

Dicen que los grandes triunfos se construyen sobre los fracasos. Por qué  Colombia no deja a un lado tratar de ser original y en vez de hacer estudios y  estudios y más estudios, hacer Tratados Educativos con   los países que ocupan los primeros puestos para desarrollar aquí esos programas y metodologías, en vez de tanto cuestionado TLC?. Traigan maestros de esos países  a las pocas normales y universidades pedagógicas  que  a pesar de los dirigentes aun  existen en medio de grandes  penurias. Hagan atractiva la profesión de maestro.

Además  Colombia tiene,  en el  Documento de los Sabios   todas las recomendaciones necesarias  para mejorar la calidad  educativa. Ha faltado  voluntad política para poner en práctica ese legado de los ocho científicos, que dedicaron su tiempo y, al parecer lamentan haberlo perdido, para  encontrar  soluciones reales a este gravísimo problema, generador de atraso y dependencia.

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