EL CUADERNO DE RICARDO
Por:
RICARDO BELLO GOMEZ
A
la hora de elegir las candidaturas a respaldar en las próximas elecciones
legislativas es necesario recordar la razón de ser del Congreso y de sus dos
cámaras, para que la elección nos permita investir a las y los mejores
parlamentarios, las personas indicadas para interpretar de la mejor forma
nuestras necesidades e inquietudes como sociedad.
El
Congreso de Colombia no se encarga solo de hacer las leyes; sino que aparte de
legislar, los congresistas son los responsables de aprobar el presupuesto, elegir
varios de los altos cargos del Estado, ejercer el control político al gobierno,
entre otras funciones. En términos generales uno debiera pensar en personas con
la preparación académica y el conocimiento del Estado suficientes para
responder a estas obligaciones; por supuesto, y esto sobraría, los congresistas
debieran sobresalir por sus calidades morales y su compromiso de servicio
público. Pero junto a estos criterios universales, el voto inteligente y
sofisticado debería estar enfocado a la satisfacción, por parte de los
congresistas, de nuestros intereses específicos como parte de la sociedad. No
hablo de contratos o cuotas, sino de gestión efectiva a favor de la salud
pública, la educación, el desarrollo económico de las regiones, la seguridad, y
cada uno de los temas que como ciudadanos y ciudadanas consideramos
prioritarios y pendientes por resolver. Ahí se vuelve interesante tener un
Congreso lo suficientemente grande y con dos cámaras, siempre y cuando quede
bien elegido, claro está.
Por
una parte tenemos el Senado de la República, con 100 ciudadanos elegidos en el
ámbito nacional más otros dos representando la circunscripción indígena. El
espíritu que la Constituyente quiso imprimirle al nuevo Senado era el de la
diversidad; la circunscripción nacional, aunque ya está en mora de reformarse,
permitió la llegada de voces minoritarias y disímiles al Congreso y terminó de
consolidar al Senado como el foro de los grandes debates nacionales. Quizá más
allá del origen regional de los aspirantes, que de todas formas es un criterio
válido, es su plataforma y la fuerza de su causa lo que debería orientar el
voto para el Senado de la República.
Por
otra parte está la Cámara de Representantes: 166 curules distribuidas entre los
32 departamentos, el Distrito Capital, las minorías étnicas, los colombianos en
el exterior y las minorías políticas. Este es el foro de lo territorial, de las
regiones, el escenario idóneo para expresar las necesidades de cada
circunscripción. Sin embargo resulta lamentable que mientras los representantes
de las provincias sacan la casta para defender proyectos a favor de sus
departamentos, los de Bogotá rara vez se destacan por salir en defensa de la
ciudad. Antonio Navarro, Gina Parody, Gustavo Petro, Armando Benedetti o Simón
Gaviria, son dirigentes que han salido electos como representantes a la Cámara
por el Distrito y aunque han realizado significativas labores en el Congreso,
lo han hecho proyectándose como figuras nacionales, olvidándose, muchas veces,
de su compromiso primario con el electorado bogotano.
La
responsabilidad de los colombianos y colombianas que elegiremos para integrar
el Senado y la Cámara el próximo 9 de marzo es gigantesca. A pesar de tener tareas
muy similares, su forma de elección delimita mejor lo que deberíamos exigirles
a los miembros de cada corporación; pero por encima de todo, los electores
debemos votar con la intención de reclamarle a los electos su gestión real como
agentes transformadores de la sociedad, para eso es la política.
Twitter: @ricardoAbello
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