Publicado en el portal http://www.davidluna.com.co
Por : David Luna S.
Mayo 06 de 2013
El transporte público es, sin duda alguna, una necesidad para la gran mayoría de los bogotanos. Es un servicio esencial que les permite tener acceso a otros derechos como la educación, el trabajo o la salud y por esta razón urge que en Bogotá, de una vez por todas podamos contar con servicio óptimo y de calidad para todos los ciudadanos.
El debate no está en si el servicio de transporte público debe o no ser subsidiado. Es más, la gran mayoría de los sistemas de transporte en el mundo lo son. Los subsidios son el resultado de la gestión de un gobierno que a través de la implementación de políticas públicas busca reducir costos a los consumidores por medio de exenciones, rebajas, acceso preferencial de usuarios, entre otros.
El problema entonces está en el impacto que el subsidio pueda llegar a tener en los ciudadanos y en la situación financiera del Distrito. Lo que realmente preocupa es que las decisiones que está tomando la administración distrital siguen siendo equivocadas e improvisadas, pues no se tiene claridad sobre cálculos y mecanismos que permitan controlar estos subsidios.
El caos que día a día vivimos los bogotanos por la pésima implementación del SITP, sumado a la falta de gerencia del Alcalde Petro, le sigue saliendo muy caro a Bogotá, quien debe desembolsar semanalmente 4.000 millones de pesos a los concesionarios. La ausencia de planeación y control para estos subsidios provoca que terminen siendo direccionados a la oferta, es decir a los transportadores, y no a la demanda, que son los miles de usuarios que día a día usan transporte público y a quienes debería ir dirigido en términos de tarifa y calidad.
Sólo para poner un ejemplo, Madrid, capital de España, país que actualmente se encuentra sumido en una crisis económica, tiene subsidios al transporte por más de 2.000 millones de dólares al año -esto vendría siendo lo que costó Transmilenio en las fases I, II y III durante casi 14 años- enfocados al usuario, y aunque es utópico pensar en subsidios de ese nivel, si es bueno caer en cuenta que cuando los subsidios van dirigidos a la demanda, la calidad del servicio mejora considerablemente. Bogotá está muy lejos de poder llegar a un panorama siquiera parecido; gracias al desorden del Alcalde Petro y del que fue su candidato hace 5 años, Samuel Moreno, vivimos una situación que a pesar de los anuncios recientes, está todavía muy lejos de resolverse. Una prueba clara de esto es, que mientras en los primeros 5 años TransMilenio tuvo un solo gerente, en las Alcaldías de Samuel y Petro han habido por los menos 5 y con períodos de encargados muy largos. Es más, hoy en día, y a pesar de ser Transmilenio el ente público gestor del SITP, la administración no ha querido nombrar un secretario de movilidad que lo respalde.
Así el panorama, miles de bogotanos se preguntan todos los días: ¿Por qué los buses azules del SITP van solos? La respuesta es muy sencilla: Porque los transportadores a los que se les adjudicaron 13 zonas a través de un contrato, reciben un ingreso fijo lleven o no lleven pasajeros que les cubre su rentabilidad y operación, ya que como lo explicaba en párrafos anteriores, lo que está subsidiado es la oferta. Tampoco vemos por parte de la administración ningún afán por acelerar la salida de los buses viejos, los cuales increíblemente son de propiedad de los mismos transportadores a quienes se les asignaron las zonas del SITP. En conclusión, hoy en día los transportadores ganan por punta y punta, recibiendo el subsidio del nuevo contrato con el bus azul y manteniendo sus tradicionales busetas circulando como siempre han hecho. Bajo ese esquema nunca habrá un interés por parte del contratista y seguiremos viendo rondar a los buses azules vacios, por las calles de la capital.
Como si no fuera poco, existe otra razón para que los buses azules no sean utilizados y es que a pesar del esfuerzo, todavía hay muchos bogotanos que no saben dónde adquirir la tarjeta o hacer sus recargas. Esto se debe tanto a la falta de difusión, como a que hace tan sólo unos días pareciera ser que por fin TransMilenio logró resolver el problema técnico para que la integración de tarjetas sea una realidad, situación que debió haber sido solucionada desde hace mucho tiempo para evitar pagar a los concesionarios de buses lo que le correspondería al usuario.
Adicionalmente, y como sucedió con el tema de las basuras, nuevamente la improvisación de la administración Petro no alistó a tiempo la licitación para reemplazar las concesiones de TransMilenio del año 2000 y ahora está negociando a puerta cerrada una ampliación, usando como sofisma de distracción una reducción al pago por kilómetro, cuando esto es lo mínimo que se debería negociar, pues los transportadores ya depreciaron los buses, recuperaron la inversión por lo que esto se traduce solo en un regalo más del Alcalde a los concesionarios.
Si las cosas se hubieran hecho bien, con debida planeación y cumpliendo plazos establecidos, hoy los bogotanos tendríamos buses más limpios, más modernos y seguramente con costos mucho menores que los del año 2000, pero desafortunadamente ahora nos enfrentamos a otra bomba de tiempo que –como sucedió con las basuras- en algún momento tendrá que explotar.
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