HYNTIBA ROJO
Por: JAIRO AMEZQUITA SOLER
La encuesta publicada en el noticiero CMI el pasado miércoles sobre el notable incremento en la aceptación de buscar la paz y acompañar la decisión gubernamental deja un halo esperanzador sobre el viraje que viene dando nuestra sociedad frente al difícil proceso que en buena hora se ha iniciado hacia la reconciliación entre los colombianos. Nuestra patria necesita que cese de una vez por todas el conflicto interno, y este proceso creemos tiene posibilidades de éxito porque ha sido construido con base en las enseñanzas que han dejado los anteriores intentos.
Vale la pena reflexionar sobre los verdaderos motivos de aquellos que se oponen de manera tan violenta a este proceso, creemos más allá de posiciones políticas, ideológicas, de supuestas exigencias por defender la justicia, rencores y no atreverse a hacer concesiones como seguramente tocará hacer al final del proceso, lo que fundamenta las actitudes que comanda el nefasto dueño el ubérrimo pasa por no permitir que haya en algún momento sosiego y se inicie un desarrollo sostenible e integral que permita elevar los niveles de justicia social para la inmensa mayoría del pueblo colombiano, es no poner en peligro sus grandes privilegios económicos y de tierras allende el territorio nacional. Si se llegase a firmar un acuerdo de paz necesariamente se afectarían los históricos latifundios en propiedad de los que crearon y ayudaron a financiar los grupos paramilitares y manejan a su antojo recursos como la minería, la agricultura y la ganadería.
Se debe reconocer que será muy difícil siquiera pensar en que para lograr la paz el país habrá que tragarse una cantidad de sapos por 65 años de violencia reflejada masacres, tomas de pueblos, atentados con bombas, secuestros, narcotráfico, en miles de vidas de soldados, campesinos, ciudadanos y los mismos guerrilleros. Pero está demostrado que por la vía militar no se ha podido acabar con este mal, los ocho años del gobierno anterior son el más vivo ejemplo en el cual se gastó como nunca antes gran cantidad del presupuesto nacional en fortalecer el aparato militar sin lograr los resultados esperados y compromisos adquiridos como acabar con la guerrilla en su primer año de gobierno como lo habían establecido en los inconclusos “100 puntos”. Incluso los mejores resultados en esa guerra se dieron una vez finalizado el oscuro período de ocho años.
Lo claro es que las generaciones por venir tienen todo el derecho de recibir un país en convivencia y justicia social y que no les toque como a nuestras actuales generaciones no tener la oportunidad de gozar en nuestros ciclos vitales de un segundo de paz. Hay que romperle el espinazo al círculo vicioso de rencores, esa cadena de muertes fratricidas, de sangres inocentes derramadas. Se debe acabar esa mezquindad de quienes hoy se oponen con razones más allá de sus propios intereses, sacrificando grandes recursos para la educación, desarrollo tecnológico y productividad. Debemos darnos la pela y apostar al mejor negocio que podemos hacer en el largo plazo que es una sociedad en armonía en jalando todos del mismo lado de la cuerda.
Una situación bien importante es que el proceso y lo que se llegue a acordar entre las partes es que tiene que ser refrendado con la participación decisoria de los colombianos en un evento democrático como un referendo o una improbable asamblea constituyente. Es definitivo comprender que no puede haber paz sin que la sociedad la apoye decididamente de manera mayoritaria, que se comprometa con los acuerdos y que los vigile, los acompañe y exija el respeto a su cumplimiento.
Twitter: @jairoamezquita
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